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QUEJA DE ALFONSINA STORNI |
QUEJA DE ALFONSINA STORNI
Señor, mi queja es ésta,
tú me comprenderás:
De amor me estoy muriendo,
pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto
en mí y en los demás,
persigo lo perfecto
para poder amar.
Me consumo en mi fuego,
¡señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo
1. Bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua; habla con los pájaros y llévate al alba. – El dulce daño
2. Tu casa está llena de lirios, la mía sonríe amapolas. ¿Has visto rondando en mis patios ramas de tus frondas? – El dulce daño
3. Cuando sobre tu pecho mi alma fue apaciguada, y la dulce criatura, tuya y mía, deseada, yo puse entre tus manos toda mi fantasía. – Ocre
4. Vueltas y vueltas doy por esas calles; por donde quiera,
me siguen las paredes silenciosas, y detrás de ellas, en vano saber
quiero si los hombres mueren o sueñan.
5. Luz de los astros: todos mis poros se abren sintiendo
vuestros tesoros que son trasuntos de inmensidad, y en esta hora soy una
cuerda, cuerda que espera que algo la muerda, para dar notas de
tempestad.
6. Sé la frase que encanta y que comprende, y sé callar cuando la luna asciende enorme y roja sobre los barrancos. – Ocre
7. Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero viendo en
días de otoño tu ciclo prisionero, no me será sorpresa la lápida pesada.
– Ocre
8. Escrútame los ojos, sorpréndeme la boca, sujeta entre tus
manos esta cabeza loca; dame a beber, el malvado veneno que te moja los
labios a pesar de ser bueno. – El dulce daño
9. Hombre pequeñito que jaula me das. Digo pequeñito porque no me entiendes, ni me entenderás. – Irremediablemente
10. La primavera dulce que me enseñara a amarte, la primavera misma que me ayudó a lograrte. – Irremediablemente
11. Sólo el hombre, pequeño, cuyo humano latido en la tierra es un sueño, ¡Sólo el hombre hace ruido!
12. Yo no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero, pero
puedes hallarme si por el libro avanzas dejando en los umbrales tus
fieles y balanzas: requieren mis jardines piedad de jardinero. – Irremediablemente
13. Las primaveras al marcharse dejan, las lloviznas de otoño
preparadas…Pequeña, ve despacio, mucho juicio, no te quemen tus llamas.
14. Selvas tengo en el corazón; árboles gruesos prietos de
ramas; yuyos, retamas, flores de malvón, pájaros en las ramas, todo eso
tengo en mi corazón. – El dulce daño
15. Dime al oído la palabra dulce; camoatí zumbador, las
letras que se asomen a tus labios han de oler a malvón, y empacarán
insectos en el rojo panal del corazón. – El dulce daño
16. Bravo león, mi corazón tiene apetitos, no razón. – Mundo de siete pozos
17. Un día habré dormido con un sueño tan largo que ni tus besos puedan avivar el letargo. – Irremediablemente
18. ¿Cómo decir este deseo de alma? Un deseo divino me
devora; pretendo hablar, pero se rompe y llora esto que llevo adentro y
no se calma.
19. Una fase brutal te corta el paso y aún rezas y no sabes si el que empuja te arrolla sierpe o ángel se despliega. – Mascarilla y Trébol
20. Baja: mi corazón te está pidiendo. Podrido está; lo entrego a tus cuidados. Pasa tus dedos blancos suavemente sobre él. – Mascarilla y Trébol
21. Ah, me resisto, mas me tienes toda, tú, que nunca serás del todo mío. – Ocre
22. ¿De qué desierto antiguo eres memoria que tienes sed y en
agua te consumes y alzas el cuerpo muerto hacia el espacio como si tu
agua fuera la del cielo? – Mascarilla y Trébol
23. ¿Y vendrás tú? Se cubren alegres, mis floreros de
madreselvas. Anda por los largos canteros la risa azul del no me olvides
y se cargan las vides. – El dulce daño
24. Tus manos, heridas de intrincados caminos, son la historia de una raza de amadores. – Mundo de siete pozos
25. ¿Qué hace tu sombra larga tras mi sombra? ¿Por qué rondas mi casa? – El dulce daño
26. Y yo no tendré miedo de morenas ni rubias, pues cerraré los ojos y te diré: soy tuya. – Languidez
27. ¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño! No temáis a la
loba, ella no os hará daño. Pero tampoco riáis, que sus dientes son
finos ¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
28. Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste? Todo ha
cambiado cuando estuvo enfrente; mis ojos tocan realidad tan triste que
digo: es el presente. – Languidez
29. ¿Vendrás tú? Por mis jardines vuelan ya las primeras mariposas sobre las rosas. – El dulce daño
30. ¿Qué mundos tengo dentro del alma que ha tiempo vengo pidiendo medios para volar?
31. Un día estaré sola, como está la montaña entre el largo desierto y la mar que la baña.
32. Tú me quieres alba, Me quieres de espumas, Me quieres de nácar.
33. Acaso se lo lleva la que menos le cuesta. Halló en ella
más fácil la vida ya pesada. Todo cerebro activo lleva un alma quebrada Y
el hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta.
34. Entonces, buen hombre, Preténdeme blanca, Preténdeme nívea, Preténdeme casta.
35. Habla con los pájaros Y lévate al alba. Y cuando las
carnes Te sean tornadas, Y cuando hayas puesto En ellas el alma Que por
las alcobas Se quedó enredada.
36. Gimen porque nace el sol. Gimen porque muere el sol…Todo está allí, apretado en la cuenca, donde, pájaro quieto, aguarda.
37. Tú que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por
cuáles milagros, Me pretendes blanca (Dios te lo perdone), Me pretendes
casta (Dios te lo perdone), ¡Me pretendes alba!
38. Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se
diga mi hermana. Tú me quieres nívea, Tú me quieres blanca, Tú me
quieres alba.
39. Y en la hora en que vuelve la excelsitud de amar saber que algo en nosotros es capaz de volar.
40. Sobre los tanques frescos de los sapos los grillos mueven verdes batallones.
41. Hallar que cada cosa es vieja, pero es nueva, que dentro de lo eterno lo viejo se renueva.
42. Huye hacia los bosques, Vete a la montaña; Límpiate la boca; Vive en las cabañas; Toca con las manos La tierra mojada.
43. Tengo deseos de que mi todo, a un tiempo sea cristal y lodo, paloma y cuervo, llama y alud.
44. Tú que hubiste todas Las copas a mano, De frutos y mieles Los labios morados.
45. Mariposa ebria, la tarde, giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos de nubes blancas hacia el vértice áspero de tu
boca que se abría frente al mar alineando sus blancos lobeznos.
46. Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se
diga mi hermana. Tú me quieres nívea, Tú me quieres blanca, Tú me
quieres alba.
47. Tú que en el banquete Cubierto de pámpanos Dejaste las
carnes Festejando a Baco. Tú que en los jardines Negros del Engaño
Vestido de rojo Corriste al Estrago.
48. Aprender a dar pasos como un tímido niño que necesita aún solícito cariño.
49. Que un no ser, que es un más ser, doblado, prendido estás aquí y estás ausente por praderas de magias y de olvido.
50. Un día, suavemente, con sus corteses modos, hizo el
hombre la jaula para encerrarte allí. Y ahora te contempla, apoyado de
codos, sobre el hierro prudente que lo aparta de ti.
51. Cuida mejor la casa la mujer que es modesta Y no tiene
una vida mental imaginada. Si del hombre que adora se comprende engañada
Recibe lo que sobra, y a su lado se acuesta.
52. Mas… ¿Lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera
que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más
que se deshoja!.
53. No por eso posee la mujer, todo entero, Al que, sin ser
amante, puede ser compañero; Acaso él también sueña lo mismo que
soñamos.
54. Y sólo pequeños rincones de formas recogió mi corazón adormecido.
55. Tiempo y tranquilidad me han faltado, hasta hoy, para
desprenderme de mis angustias y ver así lo que está a mi alrededor.
Pero, si continúo escribiendo, he de procurarme el tiempo y la
tranquilidad que para ello me harán falta.
56. Se hacen tus ojos demasiado azules, cubren tus manos impalpables tules y algo divino te levanta en vuelo.
57. Tienes un deseo: morir. Y una esperanza: no morir.
58. Adherida a tu velocidad, como la hoja a la rueda, lancé tímidas flechas a tus paisajes soberbios.
59. Y cigarras sonoras, y piedras calcinadas, se asoman a mis
largas siestas, sin que concluya este lento desfile de puntos por mis
manos. Y a ratos, en el aire que impregnan los manzanos, van y vienen
dos frases: Eres mía. Soy tuya.
60. Mis ojos, faros de angustia, trazan señales misteriosas
en los mares desiertos. Y eterna, la llama de mi corazón sube en
espirales a iluminar el horizonte.
61. Que entre tus calles rectas, untadas de su río apagado,
brumoso, desolante y sombrío, cuando vagué por ellas, ya estaba yo
enterrada.
62. Una mística flor, técnica y fría, que el pomo de colores,
semillero de seres planos que el dibujo alienta, si bien terrestre, de
un trasmundo viene.
63. Se agrupaban en llaves y en acordes en el papiro rosa de
la tarde; (y a un golpe de batuta abandonaban la partitura locos de
alegría.
64. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada.
65. La niña vio a la luna en el azul estanque Que en medio de
los pinos servía de pecera. (Piernas de cazadora, suelta la cabellera, Y
el fino seno blanco celoso de su arranque).
66. ¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo, un perfume
infinito, un nido blando: nunca se dijo la palabra cuando. Se decía, muy
quedo: mío y tuyo.
67. Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida… Cuando vaya
en mi caja para siempre dormida, haz que por vez postrera penetren mis
pupilas el sol de primavera.
68. La vi escrita al tramonto, indescifrable. Un pentagrama
sobre el campo alzado: y era un millar de pájaros, cubriendo de negras
notas los tirantes hilos.
69. Ten paciencia, mujer que eres oscura: algún día, la forma
destructora que todo lo devora, borrará mi figura. Se bajará a mis
libros, ya amarillos, y alzándola en sus dedos, los carrillos
ligeramente inflados, con un modo de gran señor a quien lo aburre todo,
de un cansado soplido me aventará al olvido.
70. Una mano invisible acaricia calladamente la pulpa triste
de los mundos rodantes. Alguien, a quien no comprendo, me macera el
corazón de dulzura.
71. Cargada de la luna, pasar los abedules, Y siguiendo en el aire la curva de sus tules Ejércitos de pájaros cantando la siguieron.
72. Cazador: si vas de caza Por los montes del Señor, Teme que a los pájaros venguen Hondas heridas de amor.
73. Porque mi alma es toda fantástica, viajera, y la envuelve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino.
74. Otra amiga me dice: —Las mujeres mentales Perdedoras
salimos en negocios de amores. Tenemos, ciertamente, muchos adoradores:
Buscan pequeños sorbos en caídas vestales.
75. Y cuando, ya cansadas de esperar, les pedimos El corazón,
en cambio del propio que le dimos, Se lleva la que pasa lo que hemos
adorado.
76. Las mujeres mentales somos las plataformas: Mejoramos los
hombres, y pulimos sus normas, Refinan en nosotras su instinto
desatado.
77. De un elástico salto llegó junto a la fuente, Hundió las
blancas manos, tomó el disco de oro, Y al cargar junto al cuello el
redondo tesoro, La cabellera negra se le tornó luciente.
78. Y, sobre el nudo diario de su vida tranquila, Regulada, en su pecho luminoso vigila Un ideal femenino, cuya clase ignoramos.
79. Su corazón lo ponen no en las espirituales, Que fatigan
al cabo. Como cultivadores Adoran lo que crean: piensan que las mejores
Son aquellas plegadas a sus modos carnales.
80. Seré en tus manos una copa fina pronta a sonar cuando
vibrarla quieras… Destilarán en ella primaveras, reflejará la luz que te
ilumina. Seré en tus manos una copa fina.