miércoles, 26 de junio de 2019

QUEJA DE ALFONSINA STORNI


QUEJA DE ALFONSINA STORNI


QUEJA  DE ALFONSINA STORNI

Señor, mi queja es ésta,
tú me comprenderás:
De amor me estoy muriendo,
pero no puedo amar.

Persigo lo perfecto
en mí y en los demás,
persigo lo perfecto
para poder amar.

Me consumo en mi fuego,
¡señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo




1. Bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua; habla con los pájaros y llévate al alba. – El dulce daño

2. Tu casa está llena de lirios, la mía sonríe amapolas. ¿Has visto rondando en mis patios ramas de tus frondas? – El dulce daño

3. Cuando sobre tu pecho mi alma fue apaciguada, y la dulce criatura, tuya y mía, deseada, yo puse entre tus manos toda mi fantasía. – Ocre

4. Vueltas y vueltas doy por esas calles; por donde quiera, me siguen las paredes silenciosas, y detrás de ellas, en vano saber quiero si los hombres mueren o sueñan.

5. Luz de los astros: todos mis poros se abren sintiendo vuestros tesoros que son trasuntos de inmensidad, y en esta hora soy una cuerda, cuerda que espera que algo la muerda, para dar notas de tempestad.

6. Sé la frase que encanta y que comprende, y sé callar cuando la luna asciende enorme y roja sobre los barrancos. – Ocre

7. Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero viendo en días de otoño tu ciclo prisionero, no me será sorpresa la lápida pesada. – Ocre

8. Escrútame los ojos, sorpréndeme la boca, sujeta entre tus manos esta cabeza loca; dame a beber, el malvado veneno que te moja los labios a pesar de ser bueno. – El dulce daño

9. Hombre pequeñito que jaula me das. Digo pequeñito porque no me entiendes, ni me entenderás. – Irremediablemente

10. La primavera dulce que me enseñara a amarte, la primavera misma que me ayudó a lograrte. – Irremediablemente

11. Sólo el hombre, pequeño, cuyo humano latido en la tierra es un sueño, ¡Sólo el hombre hace ruido!

12. Yo no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero, pero puedes hallarme si por el libro avanzas dejando en los umbrales tus fieles y balanzas: requieren mis jardines piedad de jardinero. – Irremediablemente

13. Las primaveras al marcharse dejan, las lloviznas de otoño preparadas…Pequeña, ve despacio, mucho juicio, no te quemen tus llamas.

14. Selvas tengo en el corazón; árboles gruesos prietos de ramas; yuyos, retamas, flores de malvón, pájaros en las ramas, todo eso tengo en mi corazón. – El dulce daño

15. Dime al oído la palabra dulce; camoatí zumbador, las letras que se asomen a tus labios han de oler a malvón, y empacarán insectos en el rojo panal del corazón. – El dulce daño

16. Bravo león, mi corazón tiene apetitos, no razón. – Mundo de siete pozos

17. Un día habré dormido con un sueño tan largo que ni tus besos puedan avivar el letargo.  – Irremediablemente

18. ¿Cómo decir este deseo de alma? Un deseo divino me devora; pretendo hablar, pero se rompe y llora esto que llevo adentro y no se calma.

19. Una fase brutal te corta el paso y aún rezas y no sabes si el que empuja te arrolla sierpe o ángel se despliega. – Mascarilla y Trébol

20. Baja: mi corazón te está pidiendo. Podrido está; lo entrego a tus cuidados. Pasa tus dedos blancos suavemente sobre él. – Mascarilla y Trébol

21. Ah, me resisto, mas me tienes toda, tú, que nunca serás del todo mío. – Ocre

22. ¿De qué desierto antiguo eres memoria que tienes sed y en agua te consumes y alzas el cuerpo muerto hacia el espacio como si tu agua fuera la del cielo? – Mascarilla y Trébol

23. ¿Y vendrás tú? Se cubren alegres, mis floreros de madreselvas. Anda por los largos canteros la risa azul del no me olvides y se cargan las vides. – El dulce daño

24. Tus manos, heridas de intrincados caminos, son la historia de una raza de amadores. – Mundo de siete pozos

25. ¿Qué hace tu sombra larga tras mi sombra? ¿Por qué rondas mi casa? – El dulce daño

26. Y yo no tendré miedo de morenas ni rubias, pues cerraré los ojos y te diré: soy tuya. – Languidez

27. ¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño! No temáis a la loba, ella no os hará daño. Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos ¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

28. Alma: ¿Dónde está el oro aquel que viste? Todo ha cambiado cuando estuvo enfrente; mis ojos tocan realidad tan triste que digo: es el presente. – Languidez

29. ¿Vendrás tú? Por mis jardines vuelan ya las primeras mariposas sobre las rosas. – El dulce daño

30. ¿Qué mundos tengo dentro del alma que ha tiempo vengo pidiendo medios para volar?

31. Un día estaré sola, como está la montaña entre el largo desierto y la mar que la baña.

32. Tú me quieres alba, Me quieres de espumas, Me quieres de nácar.

33. Acaso se lo lleva la que menos le cuesta. Halló en ella más fácil la vida ya pesada. Todo cerebro activo lleva un alma quebrada Y el hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta.

34.  Entonces, buen hombre, Preténdeme blanca, Preténdeme nívea, Preténdeme casta.

35. Habla con los pájaros Y lévate al alba. Y cuando las carnes Te sean tornadas, Y cuando hayas puesto En ellas el alma Que por las alcobas Se quedó enredada.

36. Gimen porque nace el sol. Gimen porque muere el sol…Todo está allí, apretado en la cuenca, donde, pájaro quieto, aguarda.

37. Tú que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por cuáles milagros, Me pretendes blanca (Dios te lo perdone), Me pretendes casta (Dios te lo perdone), ¡Me pretendes alba!

38. Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, Tú me quieres blanca, Tú me quieres alba.

39. Y en la hora en que vuelve la excelsitud de amar saber que algo en nosotros es capaz de volar.

40. Sobre los tanques frescos de los sapos los grillos mueven verdes batallones.

41. Hallar que cada cosa es vieja, pero es nueva, que dentro de lo eterno lo viejo se renueva.

42. Huye hacia los bosques, Vete a la montaña; Límpiate la boca; Vive en las cabañas; Toca con las manos La tierra mojada.

43. Tengo deseos de que mi todo, a un tiempo sea cristal y lodo, paloma y cuervo, llama y alud.

44. Tú que hubiste todas Las copas a mano, De frutos y mieles Los labios morados.

45. Mariposa ebria, la tarde, giraba sobre nuestras cabezas estrechando sus círculos de nubes blancas hacia el vértice áspero de tu boca que se abría frente al mar alineando sus blancos lobeznos.

46. Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se diga mi hermana. Tú me quieres nívea, Tú me quieres blanca, Tú me quieres alba.

47. Tú que en el banquete Cubierto de pámpanos Dejaste las carnes Festejando a Baco. Tú que en los jardines Negros del Engaño Vestido de rojo Corriste al Estrago.

48. Aprender a dar pasos como un tímido niño que necesita aún solícito cariño.

49. Que un no ser, que es un más ser, doblado, prendido estás aquí y estás ausente por praderas de magias y de olvido.

50. Un día, suavemente, con sus corteses modos, hizo el hombre la jaula para encerrarte allí. Y ahora te contempla, apoyado de codos, sobre el hierro prudente que lo aparta de ti.

51. Cuida mejor la casa la mujer que es modesta Y no tiene una vida mental imaginada. Si del hombre que adora se comprende engañada Recibe lo que sobra, y a su lado se acuesta.

52. Mas… ¿Lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!.

53. No por eso posee la mujer, todo entero, Al que, sin ser amante, puede ser compañero; Acaso él también sueña lo mismo que soñamos.

54. Y sólo pequeños rincones de formas recogió mi corazón adormecido.

55. Tiempo y tranquilidad me han faltado, hasta hoy, para desprenderme de mis angustias y ver así lo que está a mi alrededor. Pero, si continúo escribiendo, he de procurarme el tiempo y la tranquilidad que para ello me harán falta.

56. Se hacen tus ojos demasiado azules, cubren tus manos impalpables tules y algo divino te levanta en vuelo.

57. Tienes un deseo: morir. Y una esperanza: no morir.

58. Adherida a tu velocidad, como la hoja a la rueda, lancé tímidas flechas a tus paisajes soberbios.

59. Y cigarras sonoras, y piedras calcinadas, se asoman a mis largas siestas, sin que concluya este lento desfile de puntos por mis manos. Y a ratos, en el aire que impregnan los manzanos, van y vienen dos frases: Eres mía. Soy tuya.

60. Mis ojos, faros de angustia, trazan señales misteriosas en los mares desiertos. Y eterna, la llama de mi corazón sube en espirales a iluminar el horizonte.

61. Que entre tus calles rectas, untadas de su río apagado, brumoso, desolante y sombrío, cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.

62. Una mística flor, técnica y fría, que el pomo de colores, semillero de seres planos que el dibujo alienta, si bien terrestre, de un trasmundo viene.

63. Se agrupaban en llaves y en acordes en el papiro rosa de la tarde; (y a un golpe de batuta abandonaban la partitura locos de alegría.

64. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada.

65. La niña vio a la luna en el azul estanque Que en medio de los pinos servía de pecera. (Piernas de cazadora, suelta la cabellera, Y el fino seno blanco celoso de su arranque).

66. ¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo, un perfume infinito, un nido blando: nunca se dijo la palabra cuando. Se decía, muy quedo: mío y tuyo.

67. Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida… Cuando vaya en mi caja para siempre dormida, haz que por vez postrera penetren mis pupilas el sol de primavera.

68. La vi escrita al tramonto, indescifrable. Un pentagrama sobre el campo alzado: y era un millar de pájaros, cubriendo de negras notas los tirantes hilos.

69. Ten paciencia, mujer que eres oscura: algún día, la forma destructora que todo lo devora, borrará mi figura. Se bajará a mis libros, ya amarillos, y alzándola en sus dedos, los carrillos ligeramente inflados, con un modo de gran señor a quien lo aburre todo, de un cansado soplido me aventará al olvido.

70. Una mano invisible acaricia calladamente la pulpa triste de los mundos rodantes. Alguien, a quien no comprendo, me macera el corazón de dulzura.

71. Cargada de la luna, pasar los abedules, Y siguiendo en el aire la curva de sus tules Ejércitos de pájaros cantando la siguieron.

72. Cazador: si vas de caza Por los montes del Señor, Teme que a los pájaros venguen Hondas heridas de amor.

73. Porque mi alma es toda fantástica, viajera, y la envuelve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino.

74. Otra amiga me dice: —Las mujeres mentales Perdedoras salimos en negocios de amores. Tenemos, ciertamente, muchos adoradores: Buscan pequeños sorbos en caídas vestales.

75. Y cuando, ya cansadas de esperar, les pedimos El corazón, en cambio del propio que le dimos, Se lleva la que pasa lo que hemos adorado.

76. Las mujeres mentales somos las plataformas: Mejoramos los hombres, y pulimos sus normas, Refinan en nosotras su instinto desatado.

77. De un elástico salto llegó junto a la fuente, Hundió las blancas manos, tomó el disco de oro, Y al cargar junto al cuello el redondo tesoro, La cabellera negra se le tornó luciente.

78.  Y, sobre el nudo diario de su vida tranquila, Regulada, en su pecho luminoso vigila Un ideal femenino, cuya clase ignoramos.

79. Su corazón lo ponen no en las espirituales, Que fatigan al cabo. Como cultivadores Adoran lo que crean: piensan que las mejores Son aquellas plegadas a sus modos carnales.

80. Seré en tus manos una copa fina pronta a sonar cuando vibrarla quieras… Destilarán en ella primaveras, reflejará la luz que te ilumina. Seré en tus manos una copa fina.





jueves, 20 de junio de 2019

HAIKU : Ueshima Onitsura (1661-1738)

HAIKU : Ueshima Onitsura (1661-1738)

En un jarrón roto
floreció frágil
la blanca flor de los pantanos
 


 

HAIKU : Ueshima Onitsura (1661-1738)

En un jarrón roto
floreció frágil
la blanca flor de los pantanos
 

 

viernes, 14 de junio de 2019

POEMAS DE MIGUEL HERNÁNDEZ

ASCENSIÓN DE LA ESCOBA


ASCENSIÓN DE LA ESCOBA

Coronada la escoba de laurel, mirto, rosa,
es el héroe entre aquellos que afrontan la basura.
Para librar del polvo sin vuelo cada cosa
bajó, porque era palma y azul, desde la altura.

Su ardor de espada joven y alegre no reposa.
Delgada de ansiedad, pureza, sol, bravura,
azucena que barre sobre la misma fosa,
es cada vez más alta, más cálida, más pura.

¡Nunca! La escoba nunca será crucificada
porque la juventud propaga su esqueleto
que es una sola flauta, muda, pero sonora.
Es una sola lengua, sublime y acordada.
Y ante su aliento raudo se ausenta el polvo quieto,
y asciende una palmera, columna hacia la aurora.

BESARSE, MUJER...
 
BESARSE, MUJER...

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
e toda la vida.

Ascienden los labios
eléctricamente
vibrantes los rayos,
con todo el fulgor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte.

Descienden los labios
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

EL AMOR ASCENDÍA ENTRE NOSOTROS...



EL AMOR ASCENDÍA ENTRE NOSOTROS...


El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada.
Fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.
Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.


HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA...
( HIJO DE LA SOMBRA )



HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA...
( HIJO DE LA SOMBRA )


Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.

Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada del sol adonde quieres,
con un sólido impulso, con una luz suprema,
cumbre de las montañas y los atardeceres.

Haré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor la sombra late como si fuera
las almas de los pozos y el vino difundidas.

Ya la sombra es el nido cerrado, incandescente,
la visible ceguera puesta sobre quien ama;
ya provoca el abrazo cerrado, ciegamente,
ya recoge en sus cuevas cuanto la luz derrama.

La sombra pide, exige seres que se entrelacen,
besos que la constelen de relámpagos largos,
bocas embravecidas, batidas, que atenacen,
arrullos que hagan música de sus mudos letargos.

Pide que nos echemos tú y yo sobre la manta,
tú y yo sobre la luna, tú y yo sobre la vida.
Pide que tú y yo ardamos fundiendo en la garganta,
con todo el firmamento, la tierra estremecida.

El hijo está en la sombra que acumula luceros,
amor, tuétano, luna, claras oscuridades.
Brota de sus perezas y de sus agujeros,
y de sus solitarias y apagadas ciudades.

El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido,
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.

Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales,
endiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.

 MIGUEL HERNÁNDEZ



II (HIJO DE LA LUZ )

Tú eres el alba, esposa: la principal penumbra,
recibes entornadas las horas de tu frente.
Decidido al fulgor, pero entornado, alumbra
tu cuerpo. Tus entrañas forjan el sol naciente.

Centro de claridades, la gran hora te espera
en el umbral de un fuego que al fuego mismo abrasa:
te espero yo, inclinado como el trigo a la era,
colocando en el centro de la luz nuestra casa.

La noche desprendida de los pozos oscuros,
se sumerge en los pozos donde ha echado raíces.
Y tú te abres al parto luminoso, entre muros
que se rasgan contigo como pétreas matrices.

La gran hora del parto, la más rotunda hora:
estallan los relojes sintiendo tu alarido,
se abren todas las puertas del mundo, de la aurora,
y el sol nace en tu vientre, donde encontró su nido.

El hijo fue primero sombra y ropa cosida
por tu corazón hondo desde tus hondas manos.
Con sombras y con ropas anticipó su vida,
con sombras y con ropas de gérmenes humanos.

Las sombras y las ropas sin población, desiertas,
se han poblado de un niño sonoro, un movimiento,
que en nuestra casa pone de par en par las puertas,
Y ocupa en ella a gritos el luminoso asiento.

Ay, la vida: qué hermoso penar tan moribundo!
Sombras y ropas trajo la del hijo que nombras.
Sombras y ropas llevan los hombres por el mundo.
Y todos dejan siempre sombras: ropas y sombras.

Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos con el amor a cuestas.
Hablo, y el corazón me sale en el aliento.
Si no hablara lo mucho que quiero me ahogaría.
Con espliego y resinas perfumo tu aposento.
Tú eres el alba, esposa. Yo soy el mediodía.

 MIGUEL HERNÁNDEZ

III ( HIJO DE LA LUZ Y LA SOMBRA )

Tejidos en el alba, grabados, dos panales
no pueden detener la miel en los pezones.
Tus pechos en el alba: maternos manantiales,
luchan y se atropellan con blancas efusiones.

Se han desbordado, esposa, lunarmente tus venas,
hasta inundar la casa que tu sabor rezuma.
Y es como si brotaras de un pueblo de colmenas,
tú toda una colmena de leche con espuma.

Es como si tu sangre fuera dulzura toda,
laboriosas abejas filtradas por tus poros.
Oigo un clamor de leche, de inundación, de boda
junto a ti, recorrida por caudales sonoros.

Caudalosa mujer: en tu vientre me entierro.
Tu caudaloso vientre será mi sepultura.
Si quemaran mis huesos con la llama del hierro,
verían que grabada llevo allí tu figura.

Para siempre fundidos en el hijo quedamos:
fundidos como anhelan nuestras ansias voraces:
en un ramo de tiempo, de sangre, los dos ramos,
en un haz de caricias, de pelo, los dos haces.

Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,
laten junto a los vivos de una manera terca.
Viene a ocupar el hijo los campos y la casa
que tú y yo abandonamos quedándonos muy cerca.

Haremos de este hijo generador sustento,
y hará de nuestra carne materia decisiva
donde asienten su alma, las manos y el aliento,
las hélices circulen, la agricultura viva.

Él hará que esta vida no caiga derribada,
pedazo desprendido de nuestros dos pedazos,
que de nuestras dos bocas hará una sola espada
y dos brazos eternos de nuestros cuatro brazos.

No te quiero en ti sola: te quiero en tu ascendencia
y en cuanto de tu vientre descenderá mañana.
Porque la especie humana me han dado por herencia,
la familia del hijo será la especie humana.


 MIGUEL HERNÁNDEZ

LA BOCA


Boca que arrastra mi boca,
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.

El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca ya enterrada,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.


 MIGUEL HERNÁNDEZ

LLEGÓ TAN HONDO EL BESO...


Llegó tan hondo el beso
que traspasó y emocionó los muertos.
El beso trajo un brío
que arrebató la boca de los vivos.
El hondo beso grande
sintió breve los labios al ahondarse.
El beso aquel que quiso
cavar los muertos y sembrar los vivos.
 
 MIGUEL HERNÁNDEZ


MENOS TU VIENTRE TODO ES CONFUSO...

Menos tu vientre
todo es confuso.
Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo sin mundo.
Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.


 MIGUEL HERNÁNDEZ

NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre su cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pones alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño;
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

 MIGUEL HERNÁNDEZ


ORILLAS DE TU VIENTRE...


Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada

donde vivo arrojado. Arrojado y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.

En ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.

Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.


 MIGUEL HERNÁNDEZ


Ropas con su olor...


Ropas con su olor
paños con su aroma.
Se alejó en su cuerpo,
me dejó en sus ropas.
lecho sin calor,
sábana de sombra.
Se ausentó en su cuerpo.
Se quedó en sus ropas.

 MIGUEL HERNÁNDEZ

TRISTES GUERRAS


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Tus ojos se me van...

Tus ojos se me van
de mis ojos y vuelven
después de recorrer
un páramo de ausentes.

Tu boca se me marcha
de mi boca y regresa
con varios besos muertos
que aún baten, que aún quisieran.

Tus brazos se desploman
en mis brazos y ascienden
retrocediendo ante esa
desolación que sientes.

De "Cancionero y romancero de ausencias" 1941 1942

 MIGUEL HERNÁNDEZ


OTROS POEMAS
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO


He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hasta mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos,
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.


 MIGUEL HERNÁNDEZ


De "Viento del pueblo" 1936 1937
CANCIÓN ÚLTIMA


Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.

De "El hombre acecha" 1938 1939


CASIDA DEL SEDIENTO


CASIDA DEL SEDIENTO

Cerca del agua te quiero llevar...
Cerca del agua te quiero llevar
Porque tu arrullo trascienda del mar.
Cerca del agua te quiero tener
porque te aliente su vívido ser.
Cerca del agua te quiero sentir
porque la espuma te enseñe a reír.
Cerca del agua te quiero, mujer,
ver, abarcar, fecundar, conocer.
Cerca del agua perdida del mar
que no se puede perder ni encontrar. 

DIME DESDE ALLÁ ABAJO...

DIME DESDE ALLÁ ABAJO...

Dime desde allá abajo
la palabra te quiero.
¿Hablas bajo la tierra?
Hablo con el silencio.
¿Quieres bajo la tierra?
Bajo la tierra quiero
porque hacia donde corras
 quiere correr mi cuerpo


ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME...


ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME...


Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
Que mancha con su lengua cuanto lame.
Soy un triste instrumento del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos ya sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.

Más mojado que el rostro de mi llanto,
cuando el vidrio lanar del hielo bala,
cuando el invierno tu ventana cierra
bajo a tus pies un gavilán de ala,
de ala manchada y corazón de tierra.
Bajo a tus pies un ramo derretido
de humilde miel pataleada y sola,
un despreciado corazón caído
en forma de alga y en figura de ola.

Barro en vano me invisto de amapola,
barro en vano vertiendo voy mis brazos,
barro en vano te muerdo los talones,
dándote a malheridos aletazos
sapos como convulsos corazones.

Apenas si me pisas, si me pones
la imagen de tu huella sobre encima,
se despedaza y rompe la armadura
de arrope bipartido que me ciñe la boca
en carne viva y pura,
pidiéndote a pedazos que la oprima
siempre tu pie de liebre libre y loca.

Su taciturna nata se arracima,
los sollozos agitan su arboleda
de lana cerebral bajo tu paso.
y pasas, y se queda
incendiando su cera de invierno ante el ocaso,
mártir, alhaja y pasto de la rueda.

Harto de someterse a los puñales
circulantes del carro y la pezuña,
teme del barro un parto de animales
de corrosiva piel y vengativa uña.

Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.

Teme que se levante huracanado
del blando territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.

Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.
Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverte de lo mismo.
 

ME SOBRA EL CORAZÓN

ME SOBRA EL CORAZÓN

Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos
 
ME SOBRA CORAZÓN
.
ME SOBRA CORAZÓN.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
De "Otros poemas" 1935 1936 

ME SOBRA CORAZÓN


PENA BIENHALLADA


Ojinegra la oliva en tu mirada,
boquitierna la tórtola en tu risa,
en tu amor pechiabierta la granada,
barbioscura en tu frente nieve y brisa.

Rostriazul el clavel sobre tu vena,
malherido el jazmín desde tu planta,
cejijunta en tu cara la azucena,
dulciamarga la voz en tu garganta.

Boquitierna, ojinegra, pechiabierta,
rostriazul, barbioscura, malherida,
cejijunta te quiero y dulciamarga.

Semiciego por ti llego a tu puerta,
boquiabierta la llaga de mi vida, 
y agriendulzo la pena que la embarga.

SER ONDA, OFICIO, NIÑA, ES DE TU PELO...


SER ONDA, OFICIO, NIÑA, ES DE TU PELO...

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.

¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.
-¡Date presa de amor, mi carcelera!
e "Primeros poemas" 1933

TUS CARTAS SON UN VINO
A MI GRAN JOSEFINA ADORADA

TUS CARTAS SON UN VINO
A MI GRAN JOSEFINA ADORADA

Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.

Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,
amargo igual que el mar.

Tus cartas apaciento
metido en un rincón
y por redil y hierba
les doy mi corazón.
 
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.

Cuando me falte sangre
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.

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